El luthier, el músico y su instrumento: mejor bien avenidos

La luthería o violería se trata de un arte bastante desconocido. Entre el misticismo histórico y el oficio cotidiano, los luthiers han venido desarrollando su trabajo en línea paralela a la historia del instrumento.

Un violín es una obra de ingeniería que tiene su base en un elemento natural: la madera. La exacta geometría de su construcción, tiene el contrapunto en un componente de la naturaleza que se presenta irregular y veleidoso. Por lo tanto, la excelencia del sonido se ampara primeramente en la correcta elección de dichas medidas y dimensiones, aunque siempre reviste un cariz arbitrario a tenor del genio el luthier y de la suerte en la calidad de dicha materia prima.

Hasta el violín más perfecto siempre lleva consigo un factor de imperfección basado en el carácter azaroso de la madera. Quizás sea por ello, que de esta antagónica e impredecible combinación proceda la belleza inefable y efímera de su sonido: aquello que comúnmente llamamos música.

Conocer los mecanismos físicos, técnicos y artísticos que originan el sonido en un violín, nos puede llevar, de un lado a valorar la compleja tarea de los luthiers; y de otro a entender los vínculos entre este instrumento y su intérprete, y la música que se crea a través de él.

Si como Bernstein dijo: “la música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido”, la luthería podría considerarse metafóricamente una especie de gramática musical: física y palpable.

Y es por eso que, cuanto más conozcamos el “lenguaje” que nos habla de nuestros instrumentos mejor nos podremos expresar como intérpretes en este apasionante mundo del violín y su familia.

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